Tras recorrer senderos musicales por itinerarios contemporáneos, de vez en cuando es bueno volver la vista atrás para recordar e iluminar aún más si cabe, la trayectoria de algunas mujeres que supieron abrirse paso en un mundo de hombres. La Historia del Arte y por ende la de la Música, está repleta de nombres masculinos cuya obra merece ser admirada, escuchada, interpretada y respetada, pero la obra de muchas mujeres apenas se menciona o todavía hoy comenzamos a ver la luz de su trabajo.
Este es el caso de la primera mujer con nombre y apellidos que podría considerarse la primera compositora no anónima de la Historia de Occidente.
Hildegard von Bingen nació en el año 1098 en Bermersheim, una región germana de la zona de Renania-Palatinado. Se crió en el seno de una familia noble, acomodada y aristocrática, que sin duda le procuró un acercamiento cultural poco común para las mujeres de aquella época. Era la menor de diez hermanos y por esta razón sus padres la consideraron un diezmo para Dios y destinaron su vida al monacato. A los ocho años ingresa como oblata en el monasterio benedictino de Disibodenberg, en donde vivirá bajo el cuidado y las órdenes de la abadesa Jutta de Spanheim. Será Jutta quien la iniciará en el rezo cantado de los salmos, la lectura sagrada y el canto gregoriano.
Ambas mujeres llegan a compartir muchas inquietudes y conocimientos, de tal manera que, a la muerte de Jutta en 1136, será Hildegard quien pase a ser la abadesa del monasterio.
Hildegard es considerada por todos los historiadores como una erudita muy influyente y una de las intelectuales más brillantes de la Baja Edad Media.
La música ocupó un lugar definitivo en su vida y en su pensamiento, junto a la teología, la literatura y la filosofía. Nunca recibió una formación musical específica, era más bien autodidacta, pero con un talento natural tan brillante que llegó a componer setenta y ocho obras, agrupadas en “Symphonia armonie celestium revelationum” (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes, 1140-1150), formada por 43 antífonas, 17 responsorios, 8 himnos, 1 kyrie, una pieza libre y 7 secuencias. Todos ellos cantos litúrgicos destinados a ser cantados en la misa. En 1150 compuso, además, un auto sacramental con música titulado ‘Ordo Virtutum’.
La música de Hildegarda traspasa las fronteras habituales del gregoriano, pues mientras el canto llano se localizaba tan solo entre el ámbito de una octava de notas, las composiciones de la abadesa abarcan hasta dos octavas. Las melodías siempre se estructuraban en torno al texto, la palabra regía, y poseen todas ellas una espiritualidad profunda que ayuda a quien ora a acercarse a Dios. Podría decirse que Hildegarda creó con su obra un tipo de música ‘mística’ al estilo de la poesía renacentista que siglos después escribirán poetas como Juan de Yepes o Teresa de Ávila, con quien tiene mucho en común.
Hildegard von Bingen decía que la música que nace en nuestros corazones y se eleva a Dios como canto es el reflejo de la armonía celeste que reina en el universo creado por Dios. Es palpable la influencia pitagórica y su teoría de la ‘Música de las esferas’.
En plena época de las cruzadas, Hildegard ve en la música un instrumento de unión entre los pueblos, una forma de cohesión social, punto de vista poco común en los intelectuales de su tiempo.
Visionaria, valiente, pionera, se convirtió por derecho propio en una autoridad a quien reyes, emperadores y doctores de la Iglesia respetaban y consultaban. De hecho, fue la única mujer a la que se le permitió salir de su monasterio para predicar y no tuvo prejuicios ni reparos a la hora de afrontar cientos de temas, algunos de ellos tabú, como el orgasmo femenino.
Como profetisa fue temida y escuchada y sus visiones hacían temblar los pilares de la Edad media. Por ello se la conoce como “La sibila del Rhin”. El emperador Barbarroja, tras entrevistarse con la abadesa le concedió un edicto de protección imperial a perpetuidad. La Iglesia Católica la considera santa.
En cuanto a su faceta musical, podemos concluir que no comprenderíamos del todo el desarrollo y la evolución del canto gregoriano hacia los ‘organum’ sin tener en cuenta el corpus de Hildegard von Bingen, una abadesa visionaria y profética, una mujer iluminada, que escribía cantos para recreación y recogimiento de las monjas a su cuidado.
Enlaces para escuchar su obra:
-Cantos del éxtasis: (28) Hildegard von Bingen – Canticles Of Ecstasy – YouTube https://www.youtube.com/watch?v=Ei88J4lERbk
-Hortus deliciarum: (28) Hildegard von Bingen – Hortus Deliciarum – YouTube https://www.youtube.com/watch?v=G8MGiPo5IxU
-Ordo Virtutum: (28) Ordo Virtutum [1/3] Prologue and Part II – Hildegard von Bingen (Score – Manuscript) – YouTube https://www.youtube.com/watch?v=f1sJ91rS0o0
Artículo escrito por Marta Muñiz Rueda.
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